LEYENDA ARGENTINA “ LA ROSA DEL INCA”
bY Mariela Hernández
En Argentina abundan las leyendas urbanas, donde muchas de ellas tienen como protagonista el amor, como es el caso de “La Rosa del Inca”, una historia que se narra en la provincia de Catamarca.
Se cuenta que en épocas lejanas a orillas del lago Titicaca se encontraba el templo de las Ajillas, vírgenes sacerdotisas del Dios Inti. Se trataba de un templo de enormes puertas que solo se las abría para que salga la sacerdotisa que el Inca elegía para prolongar la pureza de la raza, y elegía a la más bella.
Un día Tupac Canqui, un guerrero de esos tiempos, se animó a cruzar el lago sagrado, y escalar los muros del templo para poder descubrir a la hermosa Ñusta Ajilla.
Cuando sus miradas se cruzaron quedaron enamorados a primera vista, pero como las leyes incas eran muy rígidas y establecía que nadie podía entrar sin autorización al templo, los enamorados tomaron la decisión de escapar: los dioses y Tiahuanaco, enfurecidos por la hazaña de los jóvenes enamorados, ordenaron a todo el ejército que salieran a buscarlos y que los trajeran de regreso y luego fueron juzgados por tan grande ofensa hacia sus creencias.
La leyenda catamarqueña cuenta que Tupac Canqui y Ñusta Ajilla huyeron muy lejos, hacia las tierras de Andalgalá, en el centro norte de esta provincia. Por su parte, el ejército continuaba con la búsqueda sin tener éxito.
En consecuencia, el Inca ordenó consultar a hechiceros para que con su sabiduría les dijera dónde estaba escondida la pareja de enamorados. Pudieron adivinar y estos hechiceros les enviaron una maldición, la cual se trataba de que su amor nunca podría triunfar, pero el tiempo pasaba y como fruto de un amor tan fuerte y sostenido con sacrificio y lágrimas por no poder estar juntos y que todos los aceptaran, la pareja, sin embargo, tuvo muchos hijos y en Catamarca sostienen que esos hijos son el fruto descendiente del pueblo diaguita.
Luego de muchos años, cuando Tupac Canqui ya era un anciano se acostó al lado de la tumba de su amada Ñusta para no despertar nunca más, un deseo de querer estar a su lado en el más allá.
Un día, comenta la leyenda que un pastor que arreaba vicuñas pasó por la tumba de la hermosa Ñusta y vió que habían tapado a los enamorados con pétalos de rosas rojas y que ya se habían petrificado, tomó una piedra de ellas y conociendo esta historia de amor, el pastor se la llevó al Inca quien tembló de emoción cuando la recibió.
El tiempo había curado las heridas, para ese entonces, Ñusta ya estaba perdonada por lo que había hecho, lo de desobedecer las leyes sagradas, y un tiempo después fue elegida como mártir del amor.
En ese momento, el Inca de ese tiempo, tomó trozos de esa piedra y adornaron el cuello de las princesas del Tiahuanaco.
A su vez bautizaron a la hermosa piedra color sangre como “ La Rosa del Inca”, como símbolo del perdón, de la fidelidad y del sacrificio del amor grande y verdadero.
Luego de muchos años, cuenta la leyenda que “La Rosa del Inca” fue reemplazada con el nombre de “ Rodocrosita”, que significa en griego Rosa Roja, y Argentina, después de muchos años, la denominó como “ Piedra Nacional”.