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Humanizar el coaching

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La profesión del coaching es una de las mas nobles y significativas. Yo amo a esta profesión. Por lo que a mi criterio, el coach debe ser un maestro en el arte de elaborar conversaciones estratégicas, y de hacer preguntas poderosas. Además de ser un facilitador, y un buen interprete del lenguaje emocional.

En ese orden de ideas, el coach se convierte en un transformador indirecto de realidades. Pues aun cuando por razones de la ética profesional, no es su labor dar consejos, ni sugerencias, a no ser que sea un coach-consultor, su capacidad para desmontar juicios y creencias limitantes, mediante preguntas poderosas, debe ser muy eficiente.

Ahora bien, en cualquier realidad, un coach debe ser empático con el cliente. Eso va mas allá de escuchar con atención, y ser amable . Tiene que ver con su capacidad de ponerse en el lugar del otro. Desde esta perspectiva, en mi experiencia con clientes, he podido atender a muchas personas quienes han recurrido a mi con distintas necesidades. En ese sentido, cuando me preguntan por mis honorarios, les contesto con otra pregunta: ¿Cómo está su capacidad de ingresos?. La respuesta del cliente es determinante para fijar un precio. Sin embargo, acostumbro a establecer un mínimo y máximo, según su capacidad financiera. Siendo así, es el cliente quien debe decidir. El tiene la libertad para dar el debido valor a mi trabajo. No es mi estilo fijar tarifas en realidades donde mucha gente apenas disponer recursos para cubrir gastos de alimentación, arrendamiento y servicios básicos. Uno tiene que ser solidario con la humanidad. Y mucho mas en realidades pandémicas, cuando mucha gente ha quedado sin empleo, y gran cantidad de empresas han cerrado operaciones.

Ahora bien, si mi cliente vive en Norteamérica, y es un profesional que produce, le presento un baremo, según su nivel de ingresos. En ese sentido, un coach debería ejercer la profesión desde una visión racional, justa y humana. No es conveniente convertir esta profesión en un medio para acumular riquezas. El dinero es bueno si se comparte con quien mas lo necesita. Y eso nada tiene que ver con una visión política. Es mas bien un acto de justicia.

Otro aspecto ético de la profesión, tiene que ver con el cliente. En el proceso de coaching, el debe ser el centro de atención, y no el coach. Desde esta visión, la mayor satisfacción de un coach es ver crecer al cliente en todos los aspectos; financiero, relacional, profesional y espiritual. Y aun cuando se trata de lo que quiera el cliente, un coach integral debe invitar a su coachee a asumir una visión holística de la vida. ¿Qué sentido tiene que el cliente progrese económicamente, cuando su vida relacional y espiritual es muy pobre?

Finalmente, está el tema del apoyo en otras disciplinas. Un coach, por muy bueno que sea, debe tener la humildad para referir a su cliente con un psicoterapeuta, un consejero espiritual, e incluso con otro coach mas experimentado, si evidencia la necesidad de que su coachee tenga una ayuda mucho mas integrativa. Siendo así, el trabajo del coach es similar a la de un buen jardinero. Se trata de podar, limpiar y embellecer a una flor, a fin de que su presencia en el jardín de la vida sea de atracción.

Eden Barrientos – Director de Icadich, Coaching Gerencial y Multidimensional on line

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