Emprendimiento, petróleo e identidad.
by Alicia Uzcategui
Al revisar el desempeño de Venezuela en el comercio exterior, podemos decir que fue fecundo desde muy tempranas épocas. Pasamos de manera secuencial de un protagonismo del cacao, considerado el mejor del mundo, al café, seguidos por el asentamiento de casas comerciales, instalación y desarrollo de empresas manufactureras y de manera sorpresiva el auge de la empresa petrolera.
Finalizada la guerra de Independencia, se dieron transformaciones radicales en nuestro comercio exterior, estructurado en el marco de un grupo de empresas, mayoritariamente de origen extranjero, muchas de ellas ubicadas en los principales puertos del país.
Como elemento característico podemos decir que Venezuela vivió la experiencia de pasar de la crisis a la bonanza, dependiendo de la demanda mundial en cada uno de los sectores antes mencionados, la inversión extranjera, la estabilidad política, legislación, entre otros, contando siempre con emprendedores verdaderamente comprometidos con el país.
Especial mención hacemos de la Casa Boulton, firma que desde el siglo XIX hizo del Puerto de la Guaira su lugar de trabajo y carta de presentación al mundo, emprendimiento familiar que se inicia con el inglés John Boulton, quien llega a Venezuela a sus catorce años. Vale la pena destacar que sus nueve hijos, se prepararon para llevar adelante la empresa, aprendieron el negocio empezando desde abajo hasta llegar a ser socios de la misma.
También, el joven ingeniero Ricardo Zuloaga Tovar, quien en 1895 funda la C.A. La Electricidad de Caracas, la cual, con un capital inicial de 500.000 bolívares, tenía como objetivo ofrecer el novedoso servicio de suministro de electricidad a la ciudad de Caracas, que para la época contaba con aproximadamente 72.500 habitantes. Duros comienzos, para Ricardo Zuloaga cobró su primer sueldo tres años después y en 1904 pagaron dividendos.
En ambos casos está presente un sentimiento nacional, ese que nos identifica como pueblo, que une a los venezolanos, es decir, los valores que compartimos. La venezolanidad, son criterios que se forman, que se hacen realidad y son expresión de la comunidad y que, precisamente en épocas de crisis como la que vivimos, se hace necesario rescatar y resistir a los intentos de modificarlos, de desvincular a la gente de esos sentimientos y valores.
Los venezolanos hemos tenido la percepción de que somos un país rico porque tenemos grandes yacimientos de petróleo y por lo tanto el Estado debe distribuir esa riqueza. Esta postura ha llevado a una visión generalizada paternalista del Estado. De allí el interés de acercarnos a la identificación de esta tendencia a definirnos “como país rico”, al menos como lo hacíamos hasta hace veinte años.
Esta actitud rentista, tiene sus raíces en el inicio de la industria petrolera en Venezuela, allá en 1914 bajo la dictadura de Juan Vicente Gómez. El Estado otorgó concesiones a empresas trasnacionales para las distintas actividades y obtenía ganancias a través de los impuestos. La legislación petrolera establecía los términos proporcionales de su participación en la actividad la cual fue aumentado con sucesivas reformas, hasta la Ley de Nacionalización Petrolera en 1975, mediante la cual el Estado venezolano asumió el control de todas las actividades que conlleva la producción petrolera: exploración, extracción, comercialización, refinación.
Por ello, al revisar la vinculación del petróleo a nuestra identidad nacional es necesario tener presente que, no obstante ser el petróleo nuestro principal recurso y fuente de ingresos en el siglo XX, desde el principio fue una actividad ajena a los venezolanos.
Por otra parte, en toda esta problemática asociada a la identificación del venezolano, su venezolanidad y específicamente al sentir vinculado a nuestra condición de país petrolero, conviene considerar los factores que intervienen en la formación de las identidades colectivas, sí la actividad petrolera está presente en esa identidad, y si ha habido la intencionalidad en la construcción de principios de identificación que otorguen racionalidad al proceso político y social que surge como consecuencia de la explotación petrolera en Venezuela.
De allí que convendría revisar, repensar el rol de la actividad petrolera en nuestra venezolanidad y la posibilidad de construir, a partir de la reflexión, nuevos principios de identificación colectiva.
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