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El Sombrero, arte y tradición.

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By Alicia Uzcátegui

Una prenda por la cual siento especial predilección a la hora de vestir en ocasiones especiales es, el sombrero. Me encanta el protocolo que lleva implícito y especialmente la tradición que envuelve su uso, marcas, establecimientos…

Sin lugar a dudas, esa prenda de vestir que usamos para cubrir la cabeza bien sea del sol o la lluvia, marca el estatus social de quien la porta. La evolución histórica del sombrero nos remonta a la antigüedad egipcia y griega, en este último caso, llevarlo no era precisamente una señal de prestigio, por el contrario, el gorro frigio, se empleaba para identificar a quien lo llevara como esclavos liberto, así, con el correr del tiempo fueron surgiendo diversos tipos, y el primero que tenía alas fue el petasus. En Francia, el campesinado los usaba en la época de Carlos VI, poco a poco se introdujo su uso en las ciudades, inicialmente para protegerse de la lluvia.

Existen testimonios pictóricos del sombrero que llevaba Carlos IV en 1494, en ocasión de su llegada Ruan, todo de terciopelo de color carmín y con una borla de oro. Luego se popularizó el empleo de cordones y plumas para adornarlos. El clero y la plebe usaban cofias o capirotes.

Corona o copa, borde o ala, banda suave (badana), toquilla, cinta o adorno, ala frontal, visera, barboquejo (cinta para sujetar), son partes que podemos claramente identificar en el sombrero.

La etiqueta y protocolo del sobrero es interesante. Por supuesto, hoy en día ha variado, no es como antes, es distinto en hombres y mujeres, eventos, lugares. Expresiones como «me quito el sombrero» denota una señal de respeto. Los hombres se quitaban el sombrero al entrar en las iglesias católicas, casa ajena, para saludar a superiores y damas. En el caso de la mujer no erar riguroso el protocolo, podían llevarlo en cualquier ocasión y lugar. En la actualidad es mayor el uso de esta prenda de vestir en las mujeres.

Hoy, la juventud poco conoce de protocolos, son las personas mayores que aún  

lo guardan en ceremonias y eventos, para la mayoría sigue siendo una señal de respeto. Muchas cosas han cambiado, por ejemplo, ya en las edificaciones no hay un lugar destinado para guardar el sombrero al entrar, esto representa una dificultad para los hombres, que tienen que o bien tenerlo en la mano, siempre sujeto de tal forma que no se vea su interior, o llevar una bolsa para colgarlo en la silla en ceremonias y eventos, alternativa esta que particularmente no me gusta.

Para concluir, deseo hacer especial referencia, a modo de sencillo y sentido recuerdo, a una de las tiendas más antiguas de Caracas que tuve la dicha de conocer por lo menos hasta que por decreto gubernamental fueron obligados a clausurar el local, les hablo de Sombreros Tudela local que pude visitar varias veces, desde el año 1931 hasta el 24 de abril de 2008, estuvo ubicado en la esquina de San Jacinto a Traposos, Nro. 21, diagonal a la Casa Natal de Simón Bolívar. Fundado por Rafael Tudela Baronet, aristócrata llegado a esta tierra de gracia a probar fortuna. Tenía alguna experiencia en el oficio de hacer sombreros, trabajó en la sombrerería de José Aristiguieta, luego se independizó y fundó la tienda en cuestión, empresa que prosperó rápidamente y regentó hasta 1933, cuando la vende a Juan Pérez Pérez.

Era una verdadera belleza, en pleno centro de Caracas, en un lugar privilegiado, conservó el mismo mobiliario, planchadora para alisar sombreros, hormas para niños. Especial referencia a la vitrina exclusiva de Borsalino. Contó con una distinguida clientela entre quienes se cuentan Rómulo Betancourt, de quien conservaba un precioso Panama con adorno de cinta negro.

Dicen que…. ¡Está bien tener sombrero por si se presenta una buena ocasión para quitárselo!

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