Revista

Diplomacia Cultural.

by Anna Karerina Zambrano

#DIPLOMACIACULTURAL, un viaje a través de nuestros sentidos.

La palabra diplomacia nos hace evocar de forma casi inmediata su significado formal más común, es decir, la ciencia de los conocimientos y relaciones de los intereses de unas naciones entre otras.

Esta particular forma de promover los haberes y quereres de un grupo o comunidad se ha practicado desde la antigüedad, así lo ha reseñado el estudio de las formas de comunicación en diversas culturas observadas en la India, China y Egipto, por citar algunas. Se solía enviar un emisario con información confidencial con el objeto de promover los términos de un acuerdo para prevenir o terminar un conflicto bélico, por ejemplo.

No obstante, el perfeccionamiento de este arte se asocia más a una práctica de mayor beneficio: el comercio. Con el desarrollo de las ciudades-estado, más concretamente en Venecia, en las profundidades del siglo XV, se impulsa la carrera diplomática tal y como la conocemos en la actualidad. Siendo la misma codificada entre los siglos XVII y XVIII.

Ahora bien, ¿es posible la comunicación, negociación y acuerdo entre diferentes naciones o comunidades sin que estas conozcan un poco del alma de cada una?

Los olores, sabores, colores y sonidos de los pueblos son parte integrante de su forma de ser y por ende también de sus preciados valores. De esta forma, hoy es evidente e innegable la presencia del factor cultural en la política exterior de los países.

Con lo cual llegamos a, tal vez, la versión más acaba a la fecha del qué hacer diplomático, esto es: la diplomacia cultural. 

Una expresión que en su sentido más amplio y llano nos permite viajar por el mundo a través de nuestros sentidos.

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